Nos ha visitado la luz que nace de lo alto, ha
venido al mundo para librarlo de las tinieblas y la desesperación en el que
yacía.
Él alumbra a todo
hombre. La Virgen Madre de Dios tenía en sus brazos la luz resplandeciente y
con toda generosidad y caridad la entregó a los hombres para su salvación.
Siendo entregado por nosotros, cada hombre debe llevar al prójimo la luz de
Cristo.
Nuestras manos
sostienen hoy un cirio encendido representando el resplandor del Verbo Eterno
del Padre, y la luz y pureza de nuestra alma que se une a Cristo.
¡Y a ti misma una espada te
traspasará el alma! dice Simeón a María Santísima. Este pasaje nos recuerda que
no hay ofrecimiento sin cruz. El amor requiere entrega, sacrificio, cruz. Pero
no todo termina ahí. Después de la muerte, la resurrección, la luz eterna de la
gloria que no se extingue jamás y que alumbra a cada corazón.
"¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos,
portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!" (Sal 24,7).
María Santísima, cuando llegue el momento de partir
hacia Cristo, Luz del mundo, llévanos en tus santas y venerables manos para
dejarnos en la presencia del Señor.
Dios nos siga bendiciendo
Alejandro María
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=4346984441843&set=a.1454343287622.2062284.1504522290&type=1&theater
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario.