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domingo, 29 de abril de 2012

El Pastor y la oveja

Hoy el Evangelio nos habla de Jesús, el Buen Pastor,  con la ayuda de ésta canción y hermoso vídeo, reflexionemos, el gran amor que Jesús tiene para cada una de sus "ovejas" 



sábado, 28 de abril de 2012

Santa Gianna Beretta




Gianna Beretta nació en Magenta (provincia de Milán) el 4 de octubre de 1922. Desde su infancia, acoge el don de la fe y la educación cristiana que recibe de sus padres. Durante los años de Liceo y de Universidad, traduce su fe en fruto generoso de apostolado en la Acción Católica y en la Sociedad de San Vicente de Paúl, dedicándose a los jóvenes y al servicio caritativo con los ancianos y necesitados.

Luego de obtener el título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1949 en la Universidad de Pavía, abre en 1950 un centro ambulatorio de consulta en Mésero, municipio vecino a Magenta. En 1952 se especializa en Pediatría en la Universidad de Milán.

Conoce al ingeniero Pietro Molla y se casa con él, el 24 de septiembre de 1955.

En noviembre de 1956, Gianna da a luz a su primer hijo, Pierluigi. En diciembre de 1957 viene al mundo Mariolina y en julio de 1959, Laura.

En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, le diagnostican un tumor en el útero. Se hace una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno. Se salva la vida de la criatura. Ella da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de madre y de médico.

Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura: «Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo». 


La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela. El 28 de abril, a los 39 años, falleció repitiendo la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo».  muere santamente. Tenía 39 años. 

Fue beatificada por el beato Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, año Internacional de la Familia y canonizada por el mismo Santo Padre el 16 de mayo de 2004.

En la ceremonia de canonización estuvieron presentes su esposo Pietro Lolla, único esposo que vió canonizada a su esposa en toda la Historia de la Iglesia y tres de sus hijos: Pierluigi; Laura y Gianna Emanuela.


Santa Gianna, es especialmente venerada por las Familias; por las embarazadas y por padres que buscan adoptar un niño. Así mismo muchos enfermos recurren a ella para implorar gracias de recuperación y los profesionales de la Salud encuentran en ella modelo y ejemplo a seguir.



Fuente : www.vatican.va  y ACI PRENSA

martes, 24 de abril de 2012

UN NIÑO APRENDE LO QUE VE

En otras épocas, la manera de comportarse en la mesa, el como tomar los cubiertos, cortar los alimentos etc. no se enseñaban específicamente, ya que los niños naturalmente absorbían esto después de ver día a día como lo hacían los mayores. Parecía entonces como si las personas nacieran con esos conocimientos. El reunirse alrededor de la mesa como familia, ha sido el centro de la vida social desde tiempos remotos.

Parece que la vida moderna nos impide cada vez más seguir con esa tradición. La mesa ha sido sustituida por el cuarto de la televisión, gran número de familias desayunan, comen o cenan viendo el televisor. ¿Usted cree que estos niños van a saber de modales y comportamiento en una mesa de forma espontanea y natural? (Sin mencionar en esta ocasión, la poca o nula comunicación que hay entre ellos).

Los buenos modales por lo tanto ya no se heredan, ni son cosa obvia para cualquier persona inteligente. La etiqueta en la mesa es algo que se debe enseñar. El poner la mesa significa mucho más que depositar en ella los cuchillos y los tenedores. Implica crear un decorado para la comida y la conversación, preparar un clima y una atmósfera que subsista mucho después de que se haya olvidado lo que se sirvió. 

Es común que cuando vienen invitados a nuestra casa, saquemos la vajilla buena, las copas finas, pongamos flores en la mesa, y un bonito mantel. Sin embargo en lo cotidiano, estos detalles no parecen tener importancia. Ponemos la vajilla de todos los días, la que quizá nos hemos acostumbrado ya a verla despostillada, o el de plástico, servilletas de papel, con el pretexto de que es más práctico. 

Se nos olvida que los invitados más importantes de la casa, los invitados de honor son los miembros de la familia. Afuera vivimos en un ambiente hostil, y llegar a la mesa debería ser un oasis. Sin cambiar el menú, la comida se ve diferente si está presentada en una bonita vajilla, con una flor o unas hojas verdes en el centro que alegren la vista, servilletas de tela , no de papel...al cabo, para eso está la lavadora. Hay que usar los cubiertos elegantes que nos regalaron de bodas y que siguen nuevos porque los usamos cada mil años. Hasta una pizza, tamales o una hamburguesa que pedimos por teléfono, nos saben distintos si los presentamos atractivamente. 

El temor que con frecuencia nos aqueja es que las cosas se puedan romper. Pero eso no importa. Las cosas son para disfrutarlas y para usarlas. Bien dice mi amigo, German Dehesa que cuando compramos las cosas, compramos la preocupación por ellas. Por lo tanto, nos vamos convirtiendo en sus esclavos . Piense que, si no las usa hoy, las van a disfrutar sus nueras y yernos el día de mañana. Así que saque sus cosas finas, bonitas y úselas a diario. Le aseguro que a toda su familia le va a encantar, y se van a sentir muy halagados. 


Además ahora se usa alternar diferentes vajillas, tipos de copas, manteles individuales, y servilletas. Su mesa se verá muy moderna. 

Lo importante es que hagamos de la mesa cotidiana un lugar sagrado. Que el sentarnos a comer sea un momento de reposo y renovación. El ritual protege. Protege la convivencia, la comunicación, preserva el sentido de armonía, de la estética, el orden, la tradición, los valores, etcétera. 

Los romanos en tiempos de los emperadores hacían del comer todo un ritual, usaban el mantel blanco como símbolo de pureza , y pulcritud. Se vestían en forma especial antes de la comida más importante del día. En México, la mesa de Moctezuma se cubría con una manta de algodón como símbolo que definía un espacio limpio, sagrado que lo separaba de la tierra. 

Cada día nos ofrece tres preciosos momentos para reunirnos. Si las actividades de cada uno en la familia no lo permiten, esforcémonos por hacerlo al menos una vez al día, o dos veces por semana, y luchemos porque las comidas no se lleven a cabo frente a la televisión. 


Habría que rescatar la idea de que las comidas se conviertan en un rito. La culpa de que las buenas maneras y costumbres se pierdan o se olviden no es de los jóvenes, es de los adultos que permitimos que esto suceda poco a poco. 


Valores
Fuente: http://encuentra.com/

miércoles, 18 de abril de 2012

Historia para niños... ¿o para adultos llenos de fe? - Una maravillosa conversión


 ¡Maristela estaba radiante! Aún no tenía siete años y ya iba a hacer su Primera Comunión. ¡Recibir al Señor era su deseo más grande! Por eso había estudiado con ahínco el catecismo y, sobre todo, rezaba mucho y pedía que su alma estuviese sin mancha para recibir a Jesús en la Sagrada Eucaristía.




Sin embargo, algo inquietaba a aquel inocente corazón: su padre...
Hacía casi un año que su madre se había ido al Cielo. Católica modélica, doña Jesuina le había enseñado a su hija las verdades cristianas, pero principalmente le había dado buen ejemplo en la práctica de las virtudes.
En cambio, su esposo Abelardo vivía apartado de la Iglesia. Influenciado por malos compañeros de trabajo, se había vuelto un ateo y, lo que es peor, blasfemaba. Madre e hija rezaban empeñadamente por su conversión, pero él se mantenía obstinado.
Al perder a su esposa, Abelardo se cerró aún más a cualquier cosa que hablara de Religión. No obstante, permitía que Margarita -la catequista de la parroquia- llevase a Maristela a misa todos los domingos. Lo que no imaginaba era que se estaba preparando para la Primera Comunión...
La niña encontraba en la oración consuelo a los recuerdos que sentía de su madre. En la iglesia se arrodillaba siempre delante de una hermosa imagen de la Virgen Inmaculada y le pedía que Ella fuese, ahora más que nunca, su Madre en esta tierra y que convirtiese a su padre, que por tan funestos caminos andaba.
Un domingo por la mañana, siendo la fiesta de la Inmaculada Concepción, todos los niños de la parroquia se engalanaban para rendir homenaje a la Virgen María, especialmente aquellos que tendrían la gracia de recibir a Jesús por primera vez. Maristela estaba entre ellos. Con su bello traje blanco -arreglado con esmero por Margarita- parecía un ángel, reflejando la pureza de su corazón.
Sin embargo, en vez de estar con los otros niños preparándose para participar en el cortejo de entrada de la ceremonia, Maristela se encontraba encogida en un rincón de la iglesia, cerca del confesionario, llorando. El padre Mateus, vestido ya con los paramentos, la vio de lejos y fue acercándose. Pensaba que quizás algún escrúpulo infantil estuviera perturbando la conciencia de la niña. Aunque había confesado muy bien la víspera... ¡Era un alma inocente! Le preguntó entonces:
- Maristela, hijita mía, ¿por qué estás tan triste el día de tu Primera Comunión?
- ¡Ah, padre! Todos los niños están aquí con sus papás y yo estoy solita... Usted conoce a mi papá... ¡Ayer me pegó cuando supo que recibiría a Jesús por primera vez! Y dijo que si comulgaba de verdad, ¡me pegaría todavía más!
El sacerdote se emocionó al ver que aquella alma tan joven, pero tan valiente, estuviese dispuesta a recibir los golpes de su padre, pero no dejar de recibir las caricias del Señor en la Eucaristía. Conteniendo las lágrimas, le dijo cariñosamente:
- No te aflijas, pequeña mía. Reza por él en el momento que comulgues. Y cuando regreses a tu casa, le dices que quiero hablar con él.
Maristela levantó sus negros y sorprendidos ojitos, inundados de lágrimas, y le respondió:
- Pero, padre, ¡él no va a venir! Usted sabe que hace años que no pisa la iglesia. Y me va a pegar aún más...
- ¡Confianza, Maristela! Ahora entra en el cortejo, que ya va a empezar la Misa. La niña se quedó llena de consolación durante toda la ceremonia. Las nubes de incienso perfumado, el sonido majestuoso del órgano, las músicas que parecían cantadas por ángeles, el padre Mateus con sus hermosas vestiduras y, ante todo, la imagen de la Virgen Inmaculada que parecía sonreír, le causaron enorme confianza.
En el momento de la Comunión rezó con un fervor como nunca había sentido en su vida. ¡Acababa de recibir al propio Jesús en su corazón! Solamente al volver a casa, se acordó de su padre... ¿Qué va a decir?
Aún tenía los ojos un poco hinchados por el llanto... Cuando la vio, en seguida le preguntó:
- ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has estado llorando?
Ella le respondió con candidez:
- He llorado porque acabo de hacer la Primera Comunión y todos los niños estaban acompañados por sus papás en este gran día... Y yo era la única que estaba solita...
Abelardo inclinó la cabeza, mudo y pensativo. Pero cuando Maristela le comunicó que el sacerdote quería hablar con él, tuvo una explosión de furia.
Aunque no le pegó, como había amenazado...
Maristela no replicó. En su interior rezaba. Se encontraba tan feliz por haber recibido a Jesús en su alma, que no quería perder la convivencia que con Él tenía. Ni se quiso quitar su blanco vestido de Comunión.
Su padre la observaba de reojo.
¡Su hija estaba tan guapa con aquel traje albo! Esto le hacía pensar en su vida. Él también había hecho la Primera Comunión... ¿Por qué se apartó de Dios? Alguna cosa empezaba a inquietar su alma, endurecida por numerosos pecados.
Por la tarde, llevado por un inesperado sentimiento de ternura paterna, decidió llevar a la niña de paseo.
Cogidos de la mano, caminaban juntos por la calle. Maristela charlaba animadamente mientras conducía a su padre camino de la Plaza de la Iglesia... Abelardo se dejaba llevar por aquel "Ángel de la Guarda", y tal vez ni siquiera se diera cuenta cuando entraron en la iglesia. El templo estaba en penumbras.
Los últimos rayos del sol aún iluminaban los vitrales. Hacía tantos años que Abelardo no entraba en una iglesia...
¡Su corazón empezó a latir más deprisa!
Maristela vio al padre Mateus sentado en el confesionario, rezando el Oficio Divino. Se acercó a él y le dijo:
- Padre, ¡aquí está mi papá!
El sacerdote le saludó con demostraciones de bondad, mientras que la niña se alejaba discretamente. Abelardo, muy tocado por la gracia, se arrodilló en el confesionario y comenzó a aliviar su alma de todos los pecados que la afeaban.
Cuando las campanas tocaron anunciando la Misa de las seis, el celoso párroco aún estaba escuchando aquellas palabras de arrepentimiento bañadas por las lágrimas del feliz penitente, convertido por la inocencia y por las oraciones de su pequeña hija. Finalmente, también él pudo recibir de nuevo a Jesús Hostia en su corazón contrito -¡después de tantos años!- en el mismo día que ella lo recibiera por primera vez.
Desde el Cielo, doña Jesuina contemplaba con suma alegría la conversión de su marido. Y en la Tierra, Maristela y el padre Mateus daban testimonio de cómo Dios nunca deja de acoger a quien a Él se acerca con verdadera contrición, y de cómo es poderosa la oración hecha al Altísimo por la intercesión de la Medianera de todas las Gracias.

Por Fernanda Cordeiro da Fonseca
Fuente :http://es.gaudiumpress.org/view/show/35748

domingo, 8 de abril de 2012

Aleluya, Aleluya!!!...




¡Has resucitado, Señor!
Atrás quedaron las dudas y las traiciones,
por delante nos aguarda el abrazo del Padre.
A las espaldas quedaron deserciones y cobardías,
falsos juicios y manos que pretendieron quedar limpias.
Ahora, en esta hora de la Noche Santa,
la humanidad es preñada de luz resucitada.
El llanto dará lugar a la alegría de Pascua.
Las lágrimas se convertirán en oasis de esperanza
y, el aguijón de la muerte, aunque lastime,
ya nunca tendrá la última palabra.

P.Javier Leoz
celebrandolavida.org


FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN !!!

viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo













Hoy, Viernes Santo, la Iglesia conmemora la Pasión del Señor y la liturgia revive los acontecimientos que van desde su condena hasta la crucifixión. A fin de apreciar de una manera más intensa los dolores de nuestro Redentor, la Iglesia nos recomienda vivir hoy en penitencia, ayuno, oración y permanecer cerca de Cristo, que sufrió para reparar nuestra infidelidad.

lunes, 2 de abril de 2012

La Cruz se lo merece




Hoy es Lunes Santo.
En Semana Santa:
-Dios lo  va decir todo.
-Dios lo va hacer todo.
-Cristo lo pone todo.
-Cristo lo  entrega todo.

La pasión de Jesús nos debe de conmover.
¡Lo va hacer por mí! ¡Lo ha hecho por mí!
¡Se deja clavar por nosotros!
¡Bendita sea la cruz del Señor!
En ella un corazón se desangrará
para hacer una transfusión de vida
al género humano.

Lo va hacer Dios por mí!
¡Cristo va a subir a la cruz por mí!
¡Jesús va a darlo todo  por mí!
¿Por qué lo dejamos morir?
¿Por qué lo silenciamos en una sociedad ruidosa?
¿Por qué hemos hecho de la cruz un adorno
o un amuleto alejándonos de su sentido primero?
¿Por qué seguimos empeñados como el mal ladrón
en mirar al simple asfalto exigiendo pruebas y milagros
y olvidándonos, como el ladrón bueno, del auténtico cielo?

¡Bendita sea la cruz que produce emoción
y va fortalecer nuestra fe en esta Semana Santa!
Un madero cruzado que abraza.
Un madero elevado que nos lleva al encuentro con Dios.
Un madero metido en la tierra para comprometerse
con la causa del hombre….

Pero lo no olvidemos la Semana Santa…
es mirar hacia el cielo.
¿Sabéis por qué? Pues eso….
lo va hacer por ti y por mí
¡Semana Santa! ¿No merece la cruz nuestro silencio,
adoración, presencia, reflexión?
¿Entenderán algunos cristianos que,
la Semana Santa no es tiempo de vacación sino…
días de Redención?
¡Feliz Pascua 2012!

P. Javier Leoz
Fuente:celebrandolavida.org

domingo, 1 de abril de 2012

Diario del borrico



Estaba yo tan contento en el establo. A mi madre le sorprendió que no protestara, como suelo hacerlo, cuando el amo llegó de madrugada para desatar a los demás borrico y sacarlos al campo.

—Aún eres muy joven, Canelo —solía decirme mientras me acariciaba el lomo con sus manazas ásperas y agrietadas—.

Pero aquella mañana no. Como digo, estaba feliz y me quedé inmóvil con los ojos cerrados para hacerme el dormido. Yo sabía ya que estaba a punto de estrenarme como borrico de carga, y sabía también que tendría otro dueño.

¿Que cómo lo sabía? Por el Ángel, naturalmente. Me lo había contado todo la noche anterior:

—Duerme bien, borrico, que mañana serás el trono de Jesús en Jerusalén.

Si el Ángel hubiese sabido algo de psicología asnal no me habría dado la noticia así. No pegué ojo en toda la noche. Ni siquiera los lametones de mi madre consiguieron hacerme conciliar el sueño. Sin embargo no me importó gran cosa: cuando se marcharon todos, me puse en pie, estiré las patas para desperezarme y aguardé a que llegaran los visitantes.

Eran dos. El más alto lucía una barba rojiza, recia como las crines de un caballo alazán. El otro, moreno como yo mismo, fue el que comenzó a desatarme sin decir palabra.

—¿Por qué desatáis al borrico?

Me sobresalté al oír la voz de mi amo.

—El Señor lo necesita —respondió uno de ellos—.

El sol estaba ya en lo alto cuando salimos hacia Betania. Jesús me recibió sonriente, y cuando empezaron a vestirme con mantas de colores como si fuéramos de boda, me agarró suavemente de las orejas y me dijo al oído:

—Tienes dos buenas antenas, borrico. Mantenlas bien erguidas para que escuchen sólo mi voz.

Mientras subíamos hacia Jerusalén, el sendero se llenó de canciones y de flores blancas, rojas y violetas. Los niños gritaban de entusiasmo y las mujeres alfombraron el camino para recibir al Rey. Los apóstoles estaban felices. Algunos también cantaban y yo me puse tan contento que rebuzné un poco a destiempo, levanté la cabeza demasiado, dejé de mirar por dónde pisaba y tropecé en la rama de un árbol caído.

Yo creo que fue un milagro, aunque nadie se diera cuenta. Por un momento troté como volando, sin tocar el suelo y el Señor evitó la catástrofe. Jesús entonces me habló de nuevo al oído:

—No te entusiasmes tanto, que la música y las flores no son por ti. Confórmate con ser mi trono un día. Los que hoy me vitorean mañana pedirán mi muerte. Tú sé fiel y también estarás conmigo en el Paraíso.

No sé de qué os extrañáis; el Salmo 35 dice que Dios salvará a los hombres y a los borricos.


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