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lunes, 27 de marzo de 2017

Amor y espinas


Un día, una madre pasaba con su pequeña hija frente a un jardín público en donde abundaban los rosales. Había rosas de todos colores, todas muy hermosas. La niña se detuvo a observar una rosa.

- Mira mamá, está llorando.
- Las rosas no lloran, Laurita.
- Sí, esta está llorando mamá, ¡mira, tiene gotitas!
- No mi amor, son gotitas de rocío.
- Son lágrimas mamá y yo sé por qué lloran.
- ¿Por qué?- preguntó la madre.
-Porque tiene clavadas todas esas espinas, mamá. Le han de doler mucho, por eso llora la rosa, ¡pobrecita!

La madre sonrió con ternura ante el inocente comentario. La niña agregó:

- ¿Podemos llevarla a casa para quitarle todas esas espinas?
- No podemos, mi amor, aquí está prohibido cortar las flores.
- ¡Pero cómo la vamos a dejar así sufriendo!
-No sufre Laurita. Todas las rosas tienen espinas y no les duele.
- ¿Pero tú cómo sabes que no les duele?

La madre no supo qué responder.

Cerca de allí estaba un viejo jardinero, que había escuchado la conversación y se acercó a ellas y dijo.

-Querida niña, ¿quieres saber por qué las rosas, siendo tan bellas, tienen estas espinas tan afiladas?

- Sí señor, quiero saberlo - respondió la pequeña.
- Te lo diré. Las rosas tienen espinas, para que al tocarlas nos pinchemos los dedos...
-¿Pero eso por qué? - replicó la niña.

- Para que nunca olvidemos lo que duele un pequeño pinchazo... ¡Duele bastante! Hubo un hombre, que soportó una corona de espinas en su cabeza, además de clavos en sus manos y sus pies. Ese hombre, llamado Jesús, sufrió todo eso por amor a tí y a mí. Él pagó así por nuestros pecados, para que podamos ir al Cielo cuando dejemos esta vida.

Por eso, cada vez que veas una rosa tan hermosa... que su belleza te recuerde el sublime acto de amor de Jesús, y sus espinas, todo el dolor que sufrió por ti.

"Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna." Juan 3:16

Web católico de Javier

jueves, 10 de noviembre de 2016

La raíz del laurel


Cerca de un arroyo de aguas frescas, había un pequeño bosque. Los árboles eran muy variados. Todos gastaban las energías en ser más altos y grandes, con muchas flores y perfumes, pero quedaban débiles y tenían poca fuerza para echar raíz.

En cambio un laurel dijo: "Yo, mejor voy a invertir mi savia en tener una buena raíz; así creceré y podré dar mis hojas a todos los que me necesiten".

Los otros árboles estaban muy orgullosos de ser bellos; ¡en ningún lado había tantos colores y perfumes! Y no dejaban de admirarse y de hablar de los encantos de unos y otros, y así, todo el tiempo, mirándose y riéndose de los demás.

El laurel sufría a cada instante esas burlas. Se reían de él, presumiendo de sus flores, perfumes y abundante ramaje. -"¡Laurel!", le decían, "¿para qué quieres tanta raíz? Mira, a nosotros todos nos alaban porque tenemos poca raíz y mucha belleza. ¡Deja de pensar en los demás! ¡Preocúpate sólo de ti!"

Pero el laurel estaba convencido de lo contrario; deseaba amar a los demás y por eso tenía raíces fuertes.


Un buen día, vino una gran tormenta, y sacudió, sopló y resopló sobre el bosque. Los árboles más grandes, que tenían un ramaje inmenso, se vieron tan fuertemente golpeados que por más que gritaban no pudieron evitar que el viento los tumbara. En cambio el pequeño laurel, como tenía pocas ramas y mucha raíz, apenas sí perdió unas cuantas hojas. Entonces todos comprendieron que lo que nos mantiene firmes en los momentos difíciles no son las apariencias, sino lo que está oculto en las raíces, dentro de tu corazón, allí en tu alma... tu fe.


lunes, 7 de noviembre de 2016

Bienaventuranzas del joven


1. Felices nosotros, los jóvenes, si participamos activamente y con plena libertad en nuestra familia, contribuimos a su desarrollo y fomentamos su entusiasmo día a día. ¡Alegrémonos, porque desde la familia construiremos una sociedad en paz que crezca on el amor.

2. Feliz tú, joven, si haces de tu casa un hogar y no una pensión, y eres levadura de amor y alegría. ¡Alégrate, porque gozarás con el cariño y el respeto de los tuyos y de Dios.

3. Felices nosotros, los jóvenes, si con la fuerza de Cristo y de la Comunidad somos capaces de vencer las barreras que nos impiden crecer en unión y comunicamos con todas las personas. ¡Alegrémonos, porque seremos testigos de unidad.

4. Felices nosotros, los jóvenes, si construimos una Iglesia joven, creíble y coherente con el mensaje de Jesús, asumiendo sus fallos y dificultades. ¡Alegrémonos, porque aparecerá mas claro en ella el rostro de Cristo.

5. Feliz tú, joven, si eres capaz de ir contra corriente, de estar junto al hermano, de dar la cara por Cristo y su Iglesia, sin miedo al qué dirán. ¡Alégratel, porque serás testigo de Jesús.

6. Feliz tú, joven, si valoras el estudio como instrumento de formación y de servicio, nunca como medio para competir. ¡Alégrate, porque estarás abriendo caminos que conducen el auténtico progreso.

7. Feliz tú, joven, si das lo que sabes y agradeces lo que te enseñan. ¡Alégrate, porque estarás, más cerca de la verdad.!

8. Feliz tú, joven, si, analizando tus propios valores, te sitúas allí donde tu finalidad no sea ganar más, sino servir mejor; si te entregas al trabajo con responsabilidad y constancia, haciéndote solidario de tus hermanos en paro; si. ante la falta de trabajo, no te dejas vencer por la desesperanza y buscas nuevos caminos. ¡Alégrate¡, porque harás presente el Reino de Dios y reconocerás al hombre como señor de la creación.

9. Felices nosotros, los jóvenes, si sabemos hacer la síntesis entre fe y cultura, que nos lleve a renovar nuestros sistemas de valores, líneas de pensamiento y modelos de vida. ¡Alegrémonos, porque una fe que se hace cultura es una fe plenamente acogida y fíelmente vivido.

10. Felices nosotros, los jóyenes, si tenemos el coraje de la autenticidad y lealtad cuando la mentira y las ofertas son fascinantes y tentadoras; si utilizamos nuestra fuerza joven para crear y difundir un sistema nuevo de vida frente a la indiferencia y la crítica destructiva. ¡Alegrémonos¡, porque seremos levadura de una nueva sociedad.

11. Felices nosotros, los jóvenes, si por encima de barreras deshumanizadoras nos sentimos hermanos de mujeres y hombres de cualquier raza, ideología, religión, lengua, cultura o condición social. ¡Alegrémonos!, porque sembraremos huellas de paz entre los hombres.

12. Feliz tú, joven, si crees en la locura de cambiar este mundo de guerras, violencias, desigualdades, opresiones, manipulaciones e injusticias, y, con todas tus fuerzas, a un a riesgo de tu vida, eres constructor de la nueva civilización del amor. ¡Alégrate¡, porque tu ideal de fraternidad y justicia puede ser una realidad.

13. Felices nosotros, los jóvenes, si rompemos nuestra coraza de comodidad; si, como Jesús nos comprometemos con los marginados y ponemos a su disposición cuanto somos y tenemos; si, con nuestra vida, gritamos su angustia y animamos a otros a caminar en esta aventura. ¡Alegrémonos¡, porque se cumplirá en nosotros la palabra de Cristo «Cuanto hiciste a uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.»

14. Felices nosotros, los jóvenes, si ocupamos el tiempo de ocio en desarrollar integralmente nuestras personas a través del deporte, la naturaleza, la música, la fiesta, las artes...¡Alegrémonos!, porque seremos felices y haremos felices a los que nos rodean.

15.Feliz tú, joven, si tu tiempo libre es creativo, alegre y compartido con los demás. ¡Alégrate!, porque harás del ocio tu tiempo de libertad y comunicarás paz y deseos de vivir.

16. Felices nosotros los jóvenes si adoptamos una actitud crítica frente a la manipulación de los medios de comunicación social; si tenemos los oídos atentos para escuchar la verdad y el clamor de los pueblos; si transmitimos el mensaje de Jesús con las técnicas modernas de comunicación social. ¡Alegrémonos!, porque seremos puente entre Cristo y los hombres.


Web católico de Javier

martes, 25 de octubre de 2016

Decálogo del catequista misericordioso

Tomando las palabras del Papa Francisco en su homilía en la celebración eucarística del Jubileo del Catequista en el Año de la Misericordia podemos encontrar diez propuestas que lo definen en una suerte de Decálogo del catequista de la misericordia:

*El catequista anuncia, a ejemplo de san Pablo, lo esencial de la fe, el primer anuncio, que “el Señor Jesús ha resucitado, el Señor Jesús te ama, ha dado su vida por ti; resucitado y vivo, está a tu lado y te espera todos los días”, y “te ama personalmente”.

*El catequista de la misericordia sabe que “a Dios-Amor se le anuncia amando: no a fuerza de convencer, nunca imponiendo la verdad, ni mucho menos aferrándose con rigidez a alguna obligación religiosa o moral”.

*El catequista de la misericordia no es ni mundano ni estrábico, porque no se queda en la apariencia ni es indiferente, a diferencia de quien “mira con deferencia a las personas famosas, de alto nivel, admiradas por el mundo, y aparta la vista de tantos Lázaros de ahora, de los pobres y los que sufren, que son los predilectos del Señor”.

*El catequista de la misericordia construye la historia saliendo de sí mismo, porque “a Dios se le anuncia encontrando a las personas, teniendo en cuenta su historia y su camino”.

*El catequista de la misericordia anuncia a Cristo “a través del testimonio sencillo y veraz, con la escucha y la acogida, con la alegría que se difunde”, porque “el Señor no es una idea, sino una persona viva”.

*El catequista de la misericordia anuncia a Cristo con alegría y con coherencia: “No se anuncia bien a Jesús cuando se está triste; tampoco se transmite la belleza de Dios haciendo solo bonitos sermones”.

*El catequista de la misericordia anuncia a Cristo en la caridad y con creatividad: “Al Dios de la esperanza se le anuncia viviendo hoy el Evangelio de la caridad, sin miedo a dar testimonio de él incluso con nuevas formas de anuncio”.

*El catequista de la misericordia anuncia a Cristo con humildad y servicialidad, pues “como servidores de la palabra de Jesús, estamos llamados a no hacer alarde de apariencia y a no buscar la gloria”.

*El catequista de la misericordia anuncia a Cristo con positivismo y optimismo, pues “no somos profetas de desgracias que se complacen en denunciar peligros o extravíos; no somos personas que se atrincheran en su ambiente, lanzando juicios amargos contra la sociedad, la Iglesia, contra todo y todos, contaminando el mundo de negatividad. El escepticismo quejoso no es propio de quien tiene familiaridad con la Palabra de Dios”.

*El catequista de la misericordia anuncia a Cristo con apertura y proximidad, por que “el que proclama la esperanza de Jesús es portador de alegría y sabe ver más lejos, tiene horizontes, no tiene un muro que lo encierra; ve más lejos porque sabe mirar más allá del mal y de los problemas. Al mismo tiempo, ve bien de cerca, pues está atento al prójimo y a sus necesidades”.



Manuel María Bru
Delegado episcopal de Catequesis de Madrid



viernes, 1 de julio de 2016

Manualidades para las vacaciones

lunes, 13 de junio de 2016

San Antonio y la mula


Predicaba San Antonio de Padua en Rímini (Italia). Allí los herejes patarinos habían desfigurado el dogma de la presencia real, reduciendo la Eucaristía a una simple cena conmemorativa.

Antonio, en su predicación, ilustró plenamente la realidad de la presencia de Jesús en la Hostia Santa. Mas los jefes de la herejía no aceptaban las razones del Santo e intentaban rebatir sus argumentos. Entre ellos, Bonvillo, que era el principal y se hacía el sabiondo, le dijo:

-Menos palabras; si quieres que yo crea en ese misterio, has de hacer el siguiente milagro: 

Yo tengo una mula; la tendré sin comer por tres días continuos, pasados los cuales nos presentaremos juntos ante ella: yo con el pienso, y tú con tu sacramento. Si la mula, sin cuidarse del pienso, se arrodilla y adora ese tu Pan, entonces también lo adoraré yo.
Aceptó el Santo la prueba y se retiró a implorar el auxilio de Dios con oraciones, ayunos y penitencias.

Durante tres días privó el hereje a su mula de todo pienso y luego la sacó a la plaza pública. Al mismo tiempo, por el lado opuesto de la plaza, entraba en ella San Antonio, llevando en sus manos una Custodia con el Cuerpo de Cristo; todo ello ante una multitud de personas ansiosas de conocer el resultado de aquel extraordinario compromiso contraído por el santo franciscano.

Encaróse entonces el Santo con el hambriento animal, y, hablando con él, le dijo:

-En nombre de aquel Señor a quien yo, aunque indigno, tengo en mis manos, te mando que vengas luego a hacer reverencia a tu Creador, para que la malicia de los herejes se confunda y todos entiendan la verdad de este altísimo sacramento, que los sacerdotes tratamos en el altar, y que todas las criaturas están sujetas a su Creador.


Mientras decía el Santo estas palabras, el hereje echaba cebada a la mula para que comiese; pero la mula, sin hacer caso de la comida avanzó pausadamente, como si hubiese tenido uso de razón, y, doblando respetuosamente las rodillas ante el Santo que mantenía levantada la Sagrada Hostia, permaneció en esta postura hasta que San Antonio le concedió licencia para que se levantara. Bonvillo cumplió su promesa y se convirtió de todo corazón a la fe católica; los herejes se retractaron de sus errores, y San Antonio, después de dar la bendición con el Santísimo en medio de una tempestad de vítores y aplausos, condujo la Hostia procesionalmente y en triunfo a la iglesia, donde se dieron gracias a Dios por el estupendo portento y conversión de tantos herejes.

martes, 24 de mayo de 2016

OFRECIMIENTO A MARÍA AUXILIADORA



Enséñame, oh María Auxiliadora, a ser dulce y bueno en todos los acontecimientos de mi vida; en los desengaños, en el descuido de otros, en la falta de sinceridad de aquellos en quienes creí, en la deslealtad de aquellos en quienes confié.

Ayúdame a olvidarme de mí mismo para pensar en la felicidad de otros; a ocultar mis pequeños sufrimientos de tal modo que sea yo el único que los padezca.


Enséñame a sacar provecho de ellos, a usarlos de tal modo que me suavicen, no me endurezcan ni me amarguen; que me hagan paciente y no irritable; que me hagan amplio en mi clemencia y no estrecho y despótico. Que nadie sea menos bueno, menos sincero, menos amable, menos noble, menos santo por haber sido mi compañero de viaje en el camino hacia la vida eterna. 

Amén.

jueves, 12 de mayo de 2016

La pureza.

Tema de hoy

Hoy el mundo se burla de esta virtud, porque por todos los medios de comunicación social, especialmente la televisión, exalta y promueve toda clase de impureza. Pero el sexto mandamiento no ha sido abolido por Dios, sigue en vigencia, y los que no lo cumplen pecan gravemente y, si mueren en ese estado, se condenan para siempre al Infierno.
El demonio de la lujuria ha sabido introducirse en todas partes y ya todas las naciones se han embriagado con su copa. La moda, cada vez más provocativa y escandalosa, ya no tiene reparos en nada, y así se hace cada día más difícil mantenerse en pie en este pantano que es el mundo actual. Hoy más que nunca este mundo está en poder del Príncipe de las tinieblas, de Satanás, que reina casi sin oposición.
Pero dice el Apocalipsis que en este tiempo aparece en el cielo un gran signo, una Mujer vestida de Sol. Es la Virgen, que viene en ayuda de sus hijos y a combatir al demonio y todos sus secuaces. Ahora, el que quiera conservarse puro y casto debe, necesariamente, cobijarse bajo su manto, porque Ella es la Virgen Pura que transmite su pureza inmaculada a sus hijos y devotos.
Ya dice el Señor en el Evangelio que si nuestro ojo está malo, todo nuestro ser estará en tinieblas, y es por el sentido de la vista que entra el pecado. Por eso, para preservarnos de este mal, es necesario que acostumbremos a los ojos a las miradas puras y honestas, evitando todo espectáculo o imagen obscena o peligrosa para la conservación de esta virtud.
No descendamos al abismo con la mayoría, pues hoy la mayor parte de la humanidad desciende más bajo que los brutos y una mínima parte es la que sube hacia Dios. No hay términos medios: o se sube o se baja, nunca en la vida espiritual se queda uno estancado, sino que o avanza o retrocede. Ya lo dice Jesús en el Apocalipsis: Que el santo se santifique más, y que el pecador peque más aún, vengo pronto.
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!


jueves, 31 de marzo de 2016

El testamento de Cristo


Yo, Jesús de Nazareth, viendo próxima mi hora y estando en posesión de plenas facultades para firmar este documento, deseo repartir mis bienes entre las personas más cercanas a Mí. Siendo entregado como cordero para la salvación de la Humanidad, creo conveniente repartir mis bienes entre todos. Y así os dejo todas las cosas que desde mi nacimiento han estado presentes en mi vida y la han marcado de un modo significativo:

- La estrella de Belén, a los que están desorientados y necesitan ver claro para seguir adelante, y a todo aquel que desee ser guiado y/o servir de guía.

- El pesebre, a los que no tienen nada, ni siquiera un sitio para cobijarse o un fuego donde calentarse y poder hablar con un amigo.

- Mis sandalias, que son vuestras sandalias, las de los que desean emprender un camino, las de quienes están dispuestos a estar siempre en camino.

- La palangana donde he lavado los pies a mis discípulos, a quien quiera servir, a quien desee ser pequeño ante los hombres, pues será grande a los ojos de mi Padre.

- El plato donde voy a partir el pan: es para los que vivan en fraternidad, para los que estén dispuestos a amar, ante todo y a todos.

- El cáliz, lo dejo a quienes están sedientos de un mundo mejor y una sociedad más justa.
- La cruz es para todo aquel que esté dispuesto a cargar con ella.

- Mi túnica a todo aquel que la divida y la reparta.

También quiero dejar como legado a la Humanidad entera, las actitudes que han guiado mi Vida, actitudes que quiero que guíen también la vuestra.

- Mi Palabra y la enseñanza que me confió mi Padre, a todo el que la escucha y la pone en práctica.

- La alegría a todos los que deseen compartirla.

- La humildad, para quien esté dispuesto a trabajar por la expansión del Reino de los Cielos.

- Mi hombro, a todo aquél que necesite un amigo en quien reclinar la cabeza, y al abatido por el cansancio del camino, para que puedan descansar y recobrar fuerzas para seguir caminando.

- Mi perdón, es para todos los arrepentidos, para todos los que día tras día, pecado tras pecado, sepan volver al Padre a través del Sacramento de la Confesión.

- Mi Amor... mi Amor es para todos, buenos y malos, justos e injustos, para todos los hombres sin ningún tipo de distinción. Eso sí, siento especial predilección por los más débiles.

También os dejo a mi queridísima Madre, la Virgen María, que ahora es también vuestra madre.

Todo esto y aún más quisiera dejaros, pero sobre todo es mi Vida lo que os ofrezco. Soy Yo mismo quien me quedo con vosotros en la Hostia Consagrada para seguir caminando a vuestro lado, compartiendo vuestras preocupaciones y problemas, vuestras alegrías y gozos. Podéis venirme a visitar cuando queráis; os espero en el Sagrario.

Yo soy el Camino: os invito a que sigáis siempre el camino correcto, ayudando también a los demás a encontrarlo.

Yo soy la Verdad: os invito a que seáis siempre sinceros y que os mantengáis unidos amando de verdad al prójimo como a vosotros mismos.

Yo soy la Vida: os invito a que hagáis la vida agradable a los demás a pesar de las adversidades.

Yo os he amado hasta el extremo y os llevaré siempre en mi Corazón.

Jesús

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