Praga
El P. Pablo de los Santos nos dice que en Praga había un caballero
noble, llamado Juan Bautista Castelo, cuya esposa, Bárbara, era devotísima del
Santo Escapulario, de lo cual se burlaba el incrédulo esposo, tomándolo a broma con gran paciencia, la devota señora, lo sufría y lo soportaba, pero un día le dijo:
-"No tomes a broma y burla las cosas de la Virgen Santísima, no sea que atraigas
sobre ti la cólera y el enojo del Señor".
Y dicho esto, tan sólo unos pocos días después, le sobrevino a su marido una penosa
enfermedad, que se fue agravando día tras día, hasta perder del todo la vista. Seis
meses estuvo así, sin la menor esperanza de remedio, aunque llamó a los más célebres
doctores de toda su patria.
Viéndose en tan lamentable estado, comenzó a cavilar en lo presto que perdió su salud
luego que su esposa pronunciara aquella fatídica sentencia. Pero Dios nuestro Señor, que
le quería con salud, pero arrepentido, comenzó a infundirle la luz en su alma, a fin de
que, conociendo sus yerros pidiese perdón a Dios, poniendo por intercesora a nuestra
dulce Madre María.
Estando embebido y ensimismado en semejantes ideas, se quedó transportado en un dulce
sueño, logrando en él la mejor receta para su salud, pues con la viveza con que el
sueño representa las cosas, vio a la Virgen Santísima con hábito del Carmen,
diciéndole que se impusiera cuanto antes el Santo Escapulario, y con él, juntamente con
la vista, recibiría perfecta salud en su alma.
Vuelto en sí, contó a su devota esposa lo que le había pasado. Y ella, llena de gozo y
anhelando que recibiera el Escapulario, llamó inmediatamente a su confesor, el cual se lo
impuso, escuchando a la par su confesión más humilde y fervorosa. Y al momento de
recibir la Sagrada Comunión, recuperó de súbito la vista, manifestando el efecto
milagroso que la receta, aunque soñada, tuvo un efecto rápido, eficaz y prodigioso.
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