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jueves, 25 de julio de 2013

Amor incondicional...



Así es el amor incondicional de los que nos dieron la vida...

Jenny pensó que sus padres no le darían permiso para irse de fiesta con unos amigos, de manera que les mintió y les dijo que iba al cine con una compañera. Aunque se sintió un poco mal porque no les dijo la verdad, tampoco le dio muchas vueltas al asunto y se dispuso a divertirse. La pizza estuvo bien y la fiesta genial: al final su amigo Pedro que ya estaba medio borracho, la invitó a dar un paseo, pero primero quiso dar una fumadita... Jenny no podía creer que él estuviera fumando eso, pero aún así subió al coche con él. 

De repente, Pedro comenzó a propasarse. Eso no era lo que Jenny quería. "Tal vez mis padres tienen razón" - pensó-; "quizás soy muy joven para salir así". "¿Cómo pude ser tan tonta?...Por favor, Pedro -dijo- llévame a casa, no me quiero quedar". Molesto, Pedro arrancó el coche y comenzó a conducir a toda velocidad. Jenny, asustada, le rogó que fuera más despacio, pero mientras más ella suplicaba, más él pisaba el acelerador. 

De repente, vio un gran resplandor. "Oh, dios ayúdanos. ¡Vamos a chocar! Ella recibió toda la fuerza del impacto, todo de repente se puso negro. Semi-inconsciente, sintió que alguien la sacó del coche hecho pedazos y escucho unas voces: "¡llamen a la ambulancia! Estos jóvenes están en problemas graves". Le pareció oír que había dos coches involucrados en el choque. Despertó en el hospital viendo caras tristes. "Estuviste en un choque terrible", dijo alguien. En medio de la confusión se enteró de que Pedro estaba muerto. A ella misma le dijeron: "Jenny, hacemos todo lo que podemos, pero parece ser que te perderemos a ti también". 

"¿Y la gente del otro coche?" preguntó jenny llorando; "También murieron" le contestaron. Jenny rezó: "Dios, perdóname por lo que he hecho, yo sólo quería una noche de diversión". Y dirigiéndose a una de las enfermeras pidió: "Por favor, dígale a la familia de los que iban en el otro coche que me perdonen, que yo quisiera regresarles a sus seres queridos. Dígale a mis padres que lo siento, porque mentí, y que me siento culpable porque varios hayan muerto. Por favor, enfermera, ¿les podrá decir esto de mi parte?". La enfermera se quedó callada, como una estatua. Instantes después, Jenny murió.

Un hombre cuestionó entonces duramente a la enfermera: "¿Porque no hizo lo posible para cumplir la última voluntad de esa niña?" La enfermera miró al hombre con ojos llenos de tristeza, y le dijo: "Porque los que murieron en el otro coche eran su padre y su madre que habían salido a buscarla"...

de mi amigo Alejandro María

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