Que mis caminos, de palabra y de obra,
empiecen y acaben en Ti.
Sabiendo que, contigo, todo acabará bien:
en victoria y en triunfo seguro
con amor, frente al odio
desde el servicio, antes que el egoísmo.
QUIERO PARECERME A TI, MI REY
Extendiendo la inmensidad de tu Reino
en cada una de las almas
allá donde alguien te busque
en el rincón donde, la necesidad, apremie
Allá donde, el dolor del hombre,
busque y reclame respuestas supremas
Allá donde, la orfandad de la humanidad,
necesite de una mano que la proteja
la sostenga, la levante y la dignifique
QUIERO PARECERME A TI, MI REY
Y, cuando la cruz asome en el horizonte,
agarrarme a ella con la obediencia de la fe
Derramando desde ese trono de madera
mi vida y mi valor, mi esfuerzo y mi generosidad
Derramando como Tú, oh Señor,
palabras de aliento y de consuelo
ánimo, valor y esperanza
QUIERO PARECERME A TI, MI REY
Y, al contemplar tu poder y tu reinado
saber que, no hay nada en el mundo,
comparable a lo que Tú me ofreces:
tu Verdad, tu Camino y tu Vida
Dueño, Rey y Señor de la historia
ayúdame a ser entusiasta y vasallo de tu Reino
Que ningún otro tesoro, reluciente al ojo humano,
me aparte de Ti…oh Rey soberano
Amén.
http://revistaecclesia.com/content/view/30321/1/
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