© Paulina Mönckeberg
—¡Mamá, mamá!, ¡¡ya llegué!!
E irrumpía en la cocina detrás de algún bocadillo; para salir triunfante con dos o tres papas fritas entre los dedos.
Pero la mayor batalla la emprendía el Relojerico a la hora de comer. Cierta vez, ante su resistencia a sentarse a la mesa en aquellas sillas altas para niños, su padre tuvo que pegarle para lograrlo, pues él quería ser como los mayores.
—¡No quiero, no quiero!
Con todo, aquella fue la única vez que le pegó. Cuando había pimientos, venían también las mañas, pues no los quería ni ver.
—¡¡No me gusta!!
A su hermanita Carmen, por el contrario, todo le gustaba y comentaba llena de ingenuidad:
—¡Mamá, qué bueno está esto!
—No, no, insistía Josemaría. ¡No me gusta!
Sin embargo, no los había probado nunca. La persona que servía la mesa, intervenía:
—Señora, no quiere comer. ¿Le damos otra cosa?
—No. Si no lo quiere, que no lo coma... ya comerá del otro plato.
Sus padres no lo retaban, pero tampoco le daban otra cosa...nunca, nunca.
—Y ¡cómo me gustaron después los pimientos!, recordaría con el pasar del tiempo Josemaría.
Paulina Mönckeberg, Vida y venturas de un borrico de noria©, 2004
Ediciones Palabra, S.A., 2004
HOY SE RECUERDA UN ANIVERSARIO MAS DE LA MUERTE DE SAN JOSEMARIA ESCRIVA
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