Cuando
María ha echado raíces en un alma, realiza allí las maravillas
de la gracia que sólo Ella puede realizar, porque Ella sola es
Virgen fecunda, que no tuvo ni tendrá jamás semejante en
pureza y fecundidad.
María ha colaborado con el Espíritu Santo a la mayor obra que
ha sido posible, es decir, la Encarnación del Verbo. En
consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de
los últimos tiempos. La formación y educación de los grandes
santos, que vivirán hacia el fin del mundo, están reservadas a
Ella, porque sólo esta Virgen singular y milagrosa puede
realizar en unión del Espíritu Santo, las cosas singulares y
extraordinarias.
Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma,
vuela y entra en esa alma en plenitud y se le comunica tanto
más abundantemente cuanto más sitio hace el alma a su Esposa.
Una de las razones principales de que el Espíritu Santo no
realice maravillas portentosas en las almas, es que no
encuentra en ellas una unión suficientemente estrecha con su
fiel e indisoluble Esposa.
San Luis-María Grignion
de Montfort
Tratado de la
Verdadera Devoción a la Santísima Virgen n°35 y 36
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