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En la Transfiguración se revela la verdad de la persona de Cristo antes de la Pasión, muerte y resurrección. Es el Hijo Único de Dios, 'el Hijo Amado', que para salvarnos del pecado se "anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo" (Flp 2,7), renunció voluntariamente a la gloria divina y se encarnó con carne pasible, haciéndose semejante a nosotros en todo excepto en el pecado.
Las palabras que vienen desde la nube, semejantes al comienzo del primer Canto del Siervo del Señor del profeta Isaías (Is 42,1) y a las del Bautismo de Jesús (1,11; Mt 3,17; Lc 3,22), señalan lo que el mundo debe saber: que Jesús es el Hijo de Dios que cumple la misión salvadora del Siervo del Señor.
El mandato, 'escuchadle', proclama la autoridad de Jesús: sus enseñanzas, sus preceptos, tienen la potestad del mismo Dios.
Nos dice San Jerónimo: "Éste es mi Hijo, no Moisés ni Elías. Ellos son siervos, Éste es Hijo. Éste es mi Hijo, es decir, de mi naturaleza, de mi substancia, Hijo que permanece en Mí y que es totalmente lo que soy Yo. Éste es mi Hijo amadísimo. También aquéllos son amados, pero Éste es amadísimo: a Éste, por tanto, escuchadle. Aquéllos lo anuncian, pero vosotros tenéis que escuchar a Éste. Él es el Señor, aquéllos son siervos como vosotros. Moisés y Elías hablan de Cristo, son siervos como vosotros. Él es el Señor, escuchadle".
¡Oh Señor, permítenos que en la cubre del monte donde te transfiguraste, se abran nuestros corazones al don de la Fe!
Dios nos siga bendiciendo.
Alejandro María.
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