REFLEXION DE FAMILIA -
Se celebran muchas cosas y acontecimientos en el mundo, pero el día
de la madre es el que más se merece una celebración, porque se celebra
el amor más tierno, más desinteresado y más hermoso que pueda existir
sobre la tierra. Habría que celebrarlo con versos y canciones. Hasta
Dios quiso tener una madre, la Santísima Virgen. Quiso sentir las
caricias y el amor de una madre humana como tú.
A la hora de dirigirles una felicitación se me ocurre ponerme en el
caso de un niño que habla a su mamá. Hacerme también niño, porque
resulta que un hijo, es siempre un niño para su madre. Lo primero que un
niño dice a su madre es un ¡gracias! muy grande y muy tierno.
¡Gracias! mamá, por haberme traído a este mundo: tu primer regalo
para mi fue el regalo de la vida, te debo la vida. Pude no haber nacido y
ahora no correría a tu brazos a decirte que te quiero y no podrías
mirarte en mis ojos de angelito travieso. Pero dijiste sí. ¡Gracias!
¡mamá ! ! !, me quisiste mucho antes de nacer; cuántas veces soñaste
conmigo.
¡Gracias! por haberme cuidado de pequeñito con tantos sacrificios,
desvelos, cansancios. No puedo saber cuánto has hecho por mi, porque en
esos años no me daba cuenta; te he costado mucho, mamá, eso lo sé. Nunca
te sabré agradecer lo suficiente, no podré hacerlo porque es demasiado
lo que te debo. Cuántas noches en vela junto a mi, cuando estaba
enfermo.
¡Gracias! porque me has enseñado a conocer y a querer a Dios.
Cuando sea mayor quizá me vuelva un poco frío, quizá salga de hijo
pródigo, pero volveré, sí, volveré a ese Dios que tú me enseñaste amar.
Perdóname todas mis travesuras de niño y mis travesuras ya no tan
inocentes de mayor. En el fondo no iban con mala intención, no pretendía
molestarte. Aunque si te han hecho sufrir, yo sé que tú tienes siempre
corazón para perdonarme y para comprender mis debilidades.
Pero no tengo derecho a entristecerte. Perdóname si alguna vez has
tenido que llorar por mi y te he hecho enojar; no tenia derecho a
hacerlo, perdóname. Te prometo desde hoy portarme mejor, no puedo seguir
haciéndote sufrir con mi mal comportamiento. Ayúdame a cumplir este
propósito.
Voy a pedir por ti tantas cosas. Hay que pedir mucho a Dios por las
mamás de todo el mundo, para que siga habiendo madres buenas, fieles,
heroicas en su labor de educar al hombre, porque los grandes hombres se
forman en las rodillas de su madre.
Pedir para que no tomen como dogma de fe, aquello de que la familia
pequeña vive mejor. En algunos ambientes algunas familias han reducido
su fecundidad, su amor y su generosidad a una criatura, a un hijo. No
tienen amor más que para un ser. La familia que vive mejor, no es la
pequeña o la grande, sino la que vive unida en el amor.
Pidamos por todas nuestras familias para que reine de verdad el
amor y así vivan mejor cada día. Ojalá que todas las madres se sientan
orgullosas, felices de su maternidad pues eso es lo más grande que han
recibido. Que se sientan felices con sus hijos, orgullosas de sus hijos,
realizadas en su misión de madres por encima de cualquier otra cosa en
su vida. Otras tareas y oficios pueden añadir algo a su persona, pero
ninguna como la gloria y la alegría de ser madre.
Tus hijos te perdonarán fácilmente no ser una extraordinaria
profesionista, si eres una estupenda mamá. El mundo está más necesitado
de mamás verdaderas que de profesionistas excelentes.
Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.
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