El 2 de abril de 2005 el mundo lloraba la muerte del hombre de blanco. Millones de personas tocaron la experiencia de la orfandad. Tras veintiséis años de pontificado, Juan Pablo II daba su anhelado abrazo al Padre. Una Roma de luto recibía multitudes que venían de toda la Tierra a despedirse del Papa.
Desde entonces su tumba ha sido el destino de incontables peregrinos que se encomiendan a su intercesión. Quienes pasan por ahí escuchan lágrimas de gratitud y contemplan el silencio de fervientes plegarias, muchas veces prolongadas en papelitos doblados sobre su lápida.
Seis años después, Benedicto XVI anuncia a la Iglesia una gran alegría: habemus beatum! -¡tenemos beato!-. La Ciudad Eterna vuelve a prepararse para acoger a los millones de hombres y mujeres que quieren presenciar este acontecimiento tan esperado.
La ceremonia de beatificación se lleva a cabo justamente hoy,1 de mayo, que este año coincide con la fecha litúrgica de su muerte: la fiesta de la Divina Misericordia -instaurada por el mismo Papa polaco-. ¿No fue acaso un testigo de la misericordia de Dios aquel que gritaba: «¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!»?
También será el primer día de un mes especial. Mes de mayo: mes de María. Si su lema era la consagración total a la Madre de Dios -Totus Tuus-, ¿acaso podía Ella quedar relegada en esta fiesta?
En uno de sus discursos memorables -en abril de 1987- desafiaba a los jóvenes de Chile con su voz fuerte de actor: «¡No tengáis miedo de mirarlo a Él! ¡Mirad a Cristo!», mientras apuntaba con firmeza a una gigantografía con el rostro de Jesús. Hoy, desde la «ventana de la casa del Padre», nos sigue apuntando hacia Aquel que es «el Camino, la Verdad y la Vida».
Esta primavera llega a los altares sobre todo un testigo. Testigo de un Dios cercano que nos ama, testigo de esperanza, testigo de la mejor de las noticias: la Buena Nueva. ANNUNTIO VOBIS GAUDIUM MAGNUM: HABEMUS BEATUM!
Desde entonces su tumba ha sido el destino de incontables peregrinos que se encomiendan a su intercesión. Quienes pasan por ahí escuchan lágrimas de gratitud y contemplan el silencio de fervientes plegarias, muchas veces prolongadas en papelitos doblados sobre su lápida.
Seis años después, Benedicto XVI anuncia a la Iglesia una gran alegría: habemus beatum! -¡tenemos beato!-. La Ciudad Eterna vuelve a prepararse para acoger a los millones de hombres y mujeres que quieren presenciar este acontecimiento tan esperado.
La ceremonia de beatificación se lleva a cabo justamente hoy,1 de mayo, que este año coincide con la fecha litúrgica de su muerte: la fiesta de la Divina Misericordia -instaurada por el mismo Papa polaco-. ¿No fue acaso un testigo de la misericordia de Dios aquel que gritaba: «¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!»?
También será el primer día de un mes especial. Mes de mayo: mes de María. Si su lema era la consagración total a la Madre de Dios -Totus Tuus-, ¿acaso podía Ella quedar relegada en esta fiesta?
En uno de sus discursos memorables -en abril de 1987- desafiaba a los jóvenes de Chile con su voz fuerte de actor: «¡No tengáis miedo de mirarlo a Él! ¡Mirad a Cristo!», mientras apuntaba con firmeza a una gigantografía con el rostro de Jesús. Hoy, desde la «ventana de la casa del Padre», nos sigue apuntando hacia Aquel que es «el Camino, la Verdad y la Vida».
Esta primavera llega a los altares sobre todo un testigo. Testigo de un Dios cercano que nos ama, testigo de esperanza, testigo de la mejor de las noticias: la Buena Nueva. ANNUNTIO VOBIS GAUDIUM MAGNUM: HABEMUS BEATUM!
Autor: Javier Ayala, L.C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario.