
Desde entonces su tumba ha sido el destino de incontables peregrinos que se encomiendan a su intercesión. Quienes pasan por ahí escuchan lágrimas de gratitud y contemplan el silencio de fervientes plegarias, muchas veces prolongadas en papelitos doblados sobre su lápida.
Seis años después, Benedicto XVI anuncia a la Iglesia una gran alegría: habemus beatum! -¡tenemos beato!-. La Ciudad Eterna vuelve a prepararse para acoger a los millones de hombres y mujeres que quieren presenciar este acontecimiento tan esperado.
La ceremonia de beatificación se lleva a cabo justamente hoy,1 de mayo, que este año coincide con la fecha litúrgica de su muerte: la fiesta de la Divina Misericordia -instaurada por el mismo Papa polaco-. ¿No fue acaso un testigo de la misericordia de Dios aquel que gritaba: «¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!»?
También será el primer día de un mes especial. Mes de mayo: mes de María. Si su lema era la consagración total a la Madre de Dios -Totus Tuus-, ¿acaso podía Ella quedar relegada en esta fiesta?
En uno de sus discursos memorables -en abril de 1987- desafiaba a los jóvenes de Chile con su voz fuerte de actor: «¡No tengáis miedo de mirarlo a Él! ¡Mirad a Cristo!», mientras apuntaba con firmeza a una gigantografía con el rostro de Jesús. Hoy, desde la «ventana de la casa del Padre», nos sigue apuntando hacia Aquel que es «el Camino, la Verdad y la Vida».
Esta primavera llega a los altares sobre todo un testigo. Testigo de un Dios cercano que nos ama, testigo de esperanza, testigo de la mejor de las noticias: la Buena Nueva. ANNUNTIO VOBIS GAUDIUM MAGNUM: HABEMUS BEATUM!
Autor: Javier Ayala, L.C.