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martes, 18 de enero de 2011

                                                      

 

“María es el camino mas seguro, el mas corto y el mas perfecto para ir a Jesús”. San Luis de Monfort.

 

 

 

La Cicatriz del Alma

Cuando tenemos un accidente, nos damos un golpe o nos cortamos, al curar esa herida siempre se nos hace una cicatriz, momentánea en muchas ocasiones, pero en otras nos queda una marca.
Una marca que no se borra, si no se realiza un tratamiento muchas veces costoso y largo.
Pues de igual manera sucede con el pecado. Cuando comentemos pecado venial producimos una serie de heridas que solamente pueden ser curadas con el sacramento real de la confesión; con el pecado mortal  nos matamos, la confesión nos resucita y nos regresa a la vida en el amor, en el ÚNICO amor que existe.
Más una vez confesados y perdonados por Dios realmente, nos quedamos con cicatrices, en los pecados veniales pequeñas, con las mortales quedan fuertes marcas en nuestra alma.
Que solamente son curadas con verdaderos tratamientos de belleza, al cual en la otra vida es al que llamamos purgatorio. Ahí purificamos nuestra alma, curamos y sanamos en plenitud nuestras cicatrices, pequeñas o grandes.
Más no siempre en necesario sanar esas heridas en la otra vida, podemos y deberíamos sanarlas en ésta vida: mediante la oración sincera, las indulgencias, la limosna (ayuda sincera  a los demás por medio de la Iglesia, los pobres, los hambrientos, nuestros padres, los ancianos, los presos, los huérfanos, etc.), la penitencia  y sacrificio constante y humilde, lograremos purificar completamente nuestro rostro de las cicatrices, de nuestra alma.
Cómo podemos hablar de belleza, cuando nosotros  mismos tenemos destrozada la belleza del alma, del amor, esa que es a la imagen y semejanza de Dios.
Temor de Dios es el temor a perderle, a no poder verle cuando partamos de éste mundo, y este temor se refleja en cuidar la belleza del alma y en sanar las cicatrices del alma.
 Antes de hablar de los demás, ve tu rostro. Fíjate bien, está sano y puro de cicatrices y marcas, o peor aún,  aunque desafortunadamente no extraño en este tiempo: ¿ya curaste las heridas que le has causado a tu alma?, ¿hace cuánto no te confiesas sinceramente?, ¿hace cuánto que no  desprecias al pecado y lo has dejado de ver normal para ahora sí de verdad vivir el amor, la verdad y la belleza única que vale?
La belleza física algún día se acabará, dejará de existir, mientras la única que nos llevaremos será la del alma, ¿está realmente sana y bella para ser santos y poder ir al encuentro del Padre? ¿O tendrá que ser sanada y curada allá o será demasiado tarde para ello?

Fuente e Imagen : www.EducarEsAmar.com    
Autor: Alan J. Saldaña García

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