¡Oh Dios Espíritu Santo!
Postrados ante tu divina majestad, venimos a consagrarnos a Ti con todo lo que somos y tenemos.
Por un acto de la omnipotencia del Padre hemos sido creados, por gracia
del Hijo hemos sido redimidos,
y por tu inefable amor has venido a
nuestras almas para santificarnos,
comunicándonos tu misma vida divina.
Desde el día de nuestro bautismo has tomado posesión de cada uno de
nosotros,
transformándonos en templos vivos donde Tú moras juntamente
con el Padre y el Hijo;
y el día de la Confirmación fue la Pentecostés
en que descendiste a nuestros corazones
con la plenitud de tus dones,
pera que viviéramos una vida íntegramente cristiana.
Permanece
entre nosotros para presidir nuestras reuniones; santifica nuestras
alegrías y endulza nuestros pesares; ilumina nuestras mentes con los
dones de la sabiduría,
del entendimiento y de la ciencia;
en horas de
confusión y de dudas asístenos con el don del consejo; para no desmayar
en la lucha y el trabajo concédenos tu fortaleza;
que toda nuestra vida
religiosa y familiar esté impregnada de tu espíritu de piedad;
y que a
todos nos mueva un temor santo y filial para no ofenderte a Ti que eres
la santidad misma.
Asistidos en todo momento por tus dones y gracias, queremos llevar una vida santa en tu presencia.
Por eso hoy te hacemos entrega de nuestra familia y de cada uno de
nosotros por el tiempo y la eternidad.
Te consagramos nuestras almas
y
nuestros cuerpos, nuestros bienes materiales
y espirituales, para que
Tú sólo dispongas de nosotros
y de lo nuestro según tu beneplácito.
Sólo
te pedimos la gracia que después de haberte glorificado en la tierra,
pueda toda nuestra familia alabarte en el cielo,
donde con el Padre y el
Hijo vives
y reinas por los siglos de los siglos.
Así sea.
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