Existen católicos que llevan el
rosario en su bolsillo pero no se atreven a sacarlo para rezar, con
miedo al ridículo. Los hay también que son más valientes.
He aquí una
historia real vivida con nuestro batallón.
Todos estábamos en
posición de firmes. El ayudante, que tenía entre el pulgar y el índice,
un rosario, lo enseñó burlándose:
¿Quién perdió esta cosa?
La mayoría de
los hombres eran católicos, pero todos se rieron. Incluso aquellos a
quienes su madre les había dado un rosario antes de salir hacia el frente.
El ayudante seguía burlándose, convencido de que nadie iba a
declararse. Pero de repente, mi vecino, joven portador de la bandera,
avanzó y dijo:
este rosario es mío.
El batallón dejó de reírse y el
ayudante, desconcertado, no supo qué decir.
Más tarde, le
pregunté al joven:
por qué esperaste antes de decir algo? –
Porque este
rosario no era mío! Sólo quería que dejara de burlarse.
Padre Leppich, s.j.
Narrado por Hermano Albert Pfleger
En Fioretti de la Virgen María, Ephèse Diffusion, p. 118
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