En una cena que aglutina especialmente a amigos y familiares de
niños con capacidades especiales, el padre de uno de estos chicos, pronunció un
discurso que nunca será olvidado por las personas que lo escucharon.
Después de felicitar y exaltar a la institución y a todos los que trabajan por y
para ella, este padre, hizo el siguiente razonamiento:
- "Cuando no hay agentes externos que
interfieran con la naturaleza, el orden natural de las cosas alcanza la
perfección. Pero mi hijo, no puede aprender como otros chicos lo hacen. No puede
entender las cosas como otros chicos. ¿Dónde está el orden natural de las cosas
en mi hijo?"
La audiencia quedó impactada por la pregunta. El padre
del niño continuó diciendo:
- "Yo creo que cuando un niño
como Facundo, física y mentalmente discapacitado viene al mundo, una oportunidad
de ver la verdadera naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma
en la que otras personas tratan a ese niño".
Entonces contó que un día caminaba con su
hijo, por la vereda de un pequeño club de barrio, donde, tras un alambrado,
algunos chicos jugaban al fútbol. Facundo le preguntó a su padre: "¿Crees que me
dejen jugar?" Su padre sabía que a la mayoría de los muchachitos nos les
gustaría que alguien como Facundo jugara en su equipo, pero el padre también
entendió que si le permitían jugar a su hijo, le darían un sentido de
pertenencia muy necesario y la confianza de ser aceptado por otros a pesar de
sus habilidades especiales.
Ingresaron por una abertura del alambrado, que en otro tiempo
había poseído un pequeño portón de chapa. Cuando en el transcurso del juego, se
acercó al sitio donde estaban parados, el chico que tenía la raída cinta de
Capitán de uno de los equipos que estaban jugando, en su brazo izquierdo, y le
preguntó (sin esperar mucho) si "Facundo, podría jugar..."
El chico miró alrededor, como buscando
alguien que lo aconsejara y dijo: - "Estamos perdiendo por dos a uno, y al
partido le quedan unos quince minutos. Supongo que puede unirse a
nuestro grupo de suplentes y trataremos de que entre un rato antes del
final."
Facundo se desplazó con dificultad hasta
"el banco de suplentes" y con una amplia sonrisa, se puso una camiseta del
equipo, traspirada y abandonada en el suelo por un jugador reemplazado, que,
fuera de la cancha, se encontraba absorto, frotándose un tobillo
hinchado.
Mientras Facundo se sentaba entre el grupo de los que esperaban
su posibilidad de jugar, su padre lo contemplaba. Los otros chicos notaron algo
muy evidente: la felicidad del padre cuando su hijo era aceptado. Cuando
faltaban cinco minutos para terminar el partido, el equipo de Facundo logró
empatar el encuentro, con un verdadero "cañonazo" increíble, desde la mitad de
la cancha, que sorprendió al encandilado arquero, al venir del lado del sol, que
caía con la tarde.
Quedaban algunos instantes cuando ocurrió
otro hecho notable: una mala entrega de un defensor adversario, permitió al
centro delantero "del equipo de Facundo" hacerse de la pelota en el área y
cuando se aprestaba a definir con todas las posibilidades, el defensor, ofuscado
por su desafortunada jugada anterior, lo "barrió" desde atrás; pitando el
árbitro sin titubear: ¡Penal! ¡Penal sobre la hora...! En medio de los
acalorados festejos del equipo, por la incomparable oportunidad de ganar y sobre
la hora al tradicional oponente, se vio que el centro delantero, encargado
principal de patear los penales, apenas podía ponerse en pie por el fuerte golpe
recibido.
Fue allí que el muchachito con la cinta de
Capitán del equipo convocó al grupo de jugadores que deliberaba sobre quién
patearía la pena máxima y les indicó a todos, a voz en cuello, y señalándolo a
Facundo: - ¡Tenemos entre los
suplentes, al mejor pateador de penales del equipo! ¡Nos queda un cambio!”
Y dirigiéndose al árbitro le indicó:
- ¡Yo salgo, y él entra a patear el
penal.
El referí aceptó la propuesta, mientras
autorizaba el relevo de los jugadores, en medio de la sorpresa del resto del
equipo del Capitán, que se dirigía hacia Facundo, sentado aturdido en el borde
del campo. Llegó a su lado, le dio la mano y... de un tirón, lo puso de
pie, le dio un ligero abrazo y cuando se alejaba despreocupado, giró y le
gritó: "¡Suerte!.
Facundo, obviamente extasiado sólo por estar en
el juego y en el campo, sonreía de oreja a oreja mientras su padre lo animaba
desde un poco más lejos, mientras en su cabeza un torbellino de preguntas se
sucedían sin control: "con esta oportunidad, ¿le dejaban patear y renunciar a la
posibilidad de ganar el partido?" Sorprendentemente, Facundo ingresó a la
cancha.
Sus dificultosos pasitos y su desmañada figura, indicaron a todos
los jugadores del campo, que un certero disparo por parte de Facundo era
imposible. Así hubiera sido un teórico experto en fútbol, todos se dieron cuenta
de que no podría, quizás, hacer llegar la pelota al arco. Sin embargo,
mientras se paraba delante de la pelota ubicada en el círculo, a doce pasos del
arquero ponente, el padre de Facundo tuvo la grata sensación de que
quizás, el otro equipo estuviera dispuesto a perder para
permitirle a su hijo tener un gran momento en su vida.
Facundo se movió unos pasos al frente y
golpeó la pelota muy suavemente. El arquero, que notó obviamente la dirección
que llevaba el balón, se arrojó hacia ese costado, pero como para "sacarla"
desde el ángulo superior del arco, mientras la pelota ingresaba, apenas
rodando bajo su cuerpo, y trasponía la línea del gol. El árbitro
convalidó el tanto y pitó dando por terminado el
partido...
Facundo, con sus brazos en alto, rebosando
felicidad, giró la cabeza mirando a su padre... mientras (cosa extraña) los
jugadores de ambos equipos lo vitoreaban y abrazaban como el héroe que convirtió
el gol que dio a su país el campeonato mundial de fútbol...
"Ese día", dijo el padre, "los chicos de los dos equipos,
ayudaron, dándole a este mundo un trozo de verdadero, cálido y prístino, amor
humano".
Facundo no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin
olvidar nunca haber sido el héroe, y haber hecho a su padre muy
feliz, haber llegado a casa, y ver a su madre llorando de felicidad y
abrazando a su héroe del día.
Autor Desconocido
Magnifica forma de darse la de esos niños
ResponderEliminarSaludos