8 DE SEPTIEMBRE DE
1980
¡Oh
Virgen naciente,
esperanza y aurora
de salvación para
todo el mundo,
vuelve benigna tu
mirada materna hacia
todos nosotros,
reunidos aquí para
celebrar y proclamar
tus glorias!
¡Oh
Virgen fiel,
que siempre
estuviste
dispuesta y
fuiste solícita
para acoger,
conservar y
meditar la
Palabra de Dios,
haz que también
nosotros, en
medio de las
dramáticas
vicisitudes de
la historia,
sepamos mantener
siempre intacta
nuestra fe
cristiana,
tesoro precioso
que nos han
transmitido
nuestros padres!
¡Oh
Virgen potente,
que con tu pie
aplastaste la
cabeza de la
serpiente
tentadora, haz
que cumplamos,
día tras día,
nuestras
promesas
bautismales, con
las cuales hemos
renunciado a
satanás, a sus
obras y a sus
seducciones, y
que sepamos dar
en el mundo un
testimonio
alegre de
esperanza
cristiana!
¡Oh
Virgen clemente,
que abriste
siempre tu
Corazón materno
a las
invocaciones de
la humanidad, a
veces dividida
por el desamor y
también,
desgraciadamente,
por el odio y
por la guerra,
haz que sepamos
siempre crecer
todos, según la
enseñanza de tu
Hijo, en la
unidad y en la
paz, para ser
dignos hijos del
único Padre
celestial!
Amén.
.
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